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Masacre de San Juan

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Masacre de San Juan
Lugar Catavi, Bolivia
Blanco Trabajadores mineros
Fecha 24 de junio de 1967
Arma Metralletas y dinamita
Inductor René Barrientos Ortuño
Perpetrador Ejército de Bolivia

Masacre de San Juan es el nombre dado al asalto militar a los campamentos mineros del Siglo XX, en Catavi, población que forma parte del municipio de Llallagua, a unos 100 km de la ciudad de Oruro, Bolivia, durante la Noche de San Juan ―el 24 de junio de 1967―,[1]​ ordenado por el entonces presidente de Bolivia general René Barrientos Ortuño, quien fuera presidente de facto inicialmente.

Antecedentes

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Barrientos Ortuño consideraba que en los centros mineros se estaba gestando un nuevo movimiento guerrillero similar al del Che Guevara y por ello decidió cortar de raíz cualquier posibilidad de una nueva guerrilla en Bolivia. Al efecto, decide junto a su alto mando el tomar por sorpresa los centros mineros y de esta manera terminar con cualquier posible amenaza contra su gobierno.

La masacre

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La población de los centros mineros llevó a cabo las tradicionales celebraciones de la Noche de San Juan, con toda normalidad el 23 de junio por la noche, sin sospechar que el Ejército se encontraban ya rodeándolos. Es así que la madrugada del 24 de junio, fracciones del regimiento Rangers y Camacho de Oruro bajaban de los vagones del tren que llegaban hasta la población, empezando la ocupación de los campamentos mineros.

A los pocos minutos, las tropas se desplazaron hacia la plaza del Minero, el local sindical de piedra, donde funcionaba la emisora La Voz del Minero.

Los mineros fueron sorprendidos por el ataque realizado con dinamita y metralletas[2][3]​ Los militares atacaron a hombres, mujeres y niños a quemarropa.[4]

Las mayores víctimas se registraron en el campamento denominado La Salvadora, cerca de la estación ferroviaria de Cancañiri.

Al final de la ocupación, ningún medio pudo determinar la cantidad exacta de muertos, heridos y desaparecidos.

La prensa orureña, creyó su deber, dejar sentado que se produjeron «enfrentamientos de grandes proporciones». Muchos heridos no fueron al hospital, algunos obreros simplemente desaparecieron, sin que se hubiesen podido establecer con exactitud, hasta el día de hoy, las cifras de la masacre.

El diario La Patria informó que:

A las 4:55 de ayer, las poblaciones mineras de esta zona amanecieron con intensos disparos de fusiles, ametralladoras y explosiones de dinamita, cuando las fuerzas del ejército y la policía minera ocupaban los campamentos mineros en sangrienta acción.

Inicialmente se hablaba de 20 muertos y 72 heridos, aunque posteriormente se calculó que los desaparecidos podrían llegar a 200 personas.[5][6]

Fueron intervenidas las emisoras radiales Siglo XX y La Voz del Minero; sin embargo, en la clandestinidad se informaba la lista de algunos muertos, heridos y desaparecidos. Los primeros de la lista fueron Rosendo García, Ponciano Mamani, Nicanor Tórrez, Maximiliano Torrez , Bernardino Condorí, un niño de 8 años, y un bebé recién nacido (con pocas horas de vida) y otros más.

Referencias en la Historiografía y la literatura

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El episodio es un hito en la historia boliviana y latinoamericana y ha sido descrito por algunos escritores como Eduardo Galeano y Víctor Montoya.

En esta noche de San Juan, mientras ocurre la mejor de las fiestas, el ejército se agazapa en las montañas. Casi nada se sabe aquí de los guerrilleros del lejano río Ñancaguazú, aunque dicen que pelean por una revolución bella y jamás vista, como la mar, pero el general Barrientos cree que en cada minero anida un taimado terrorista. Antes del amanecer, al final de la fiesta de San Juan, un huracán de balas arrasa el pueblo de Llallagua. Parece fulgor de huesos la luz del nuevo día. Después el sol se esconde tras las nubes, mientras los parias de la tierra cuentan sus muertos y en carretillas los llevan. Los mineros marchan por un callejón de barro de Llallagua. La procesión atraviesa el río, cauce de sucia saliva entre piedras de cenizas, y por las vasta pampa llega el camposanto de Catavi (...) Hay que cavar muchos pozos. Cuerpos de todos los tamaños yacen en hilera, tendidos, esperando.
Eduardo Galeano.
Todo comenzó cuando las familias mineras se retiraban a dormir después de haber festejado el solsticio de invierno alrededor de las fogatas, donde se bailó y cantó al ritmo de cuecas y huaynos, acompañados con ponches de alcohol, comidas típicas, coca, cigarrillos, cachorros de dinamita y cuetillos. Mientras esto sucedía en la población civil de Llallagua y los campamentos de Siglo XX, las tropas del regimiento Rangers y Camacho, que horas antes habían tendido un cerco al amparo de la noche, abrieron fuego desde todos los ángulos, dejando un saldo de una veintena de muertos y setenta heridos entre las punzadas del frío y los silbidos del viento. Muchos dirigentes sindicales fueron tomados presos esa madrugada y posteriormente torturados, como fue el caso de la célebre Domitila Barrios de Chungara, férrea opositora de la dictadura.
Víctor Montoya.

Referencias

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  1. Azcui, Mabel (13 de marzo de 2012). «Domitila Chungara, la minera que se enfrentó a las dictaduras». El País. Consultado el 12 de julio de 2019. 
  2. «Masacre de San Juan: Los mineros bolivianos que seguían al Che». TeleSur. Consultado el 12 de julio de 2019. 
  3. «La Masacre de San Juan y el Che, a 50 años de una historia cruenta». Página Siete. 23 de junio de 2018. Archivado desde el original el 12 de julio de 2019. Consultado el 12 de julio de 2019. 
  4. Canedo, Gabriela (21 de junio de 2018). «La masacre de San Juan, la noche más larga». Los Tiempos. Consultado el 12 de junio de 2019. 
  5. «Masacre de San Juan: Los mineros bolivianos que seguían al Che|Noticias|teleSUR». www-telesurtv-net.cdn.ampproject.org. Consultado el 31 de mayo de 2020. 
  6. «Masacre en la Noche de San Juan». América Latina en movimiento. Consultado el 31 de mayo de 2020.