En efecto, al tratar de las cosas divinas en sus enseñanzas y escritos dio a los teólogos un luminoso ejemplo de la estrechísima relación que debe haber entre los estudios y los sentimientos del alma. Y así como puede decirse que no tiene noticia exacta de un país lejano el que no conoce su disposición ni ha vivido en él por algún tiempo, así ninguno podrá adquirir conocimiento exacto de Dios con la diligente investigación científica solamente, si no está, además, en perfecta unión con Dios. A esto precisamente tiende toda la teología de Tomás: a conducirnos a vivir una vida íntima con Dios, Y así como cuando era niño en Montecasino no se cansaba de preguntar: ¿quién es Dios?, del mismo modo en los libros que compuso acerca de la creación del mundo y acerca del hombre, y de las leyes, y de las virtudes, y de los Sacramentos, en todos trata de Dios como autor de nuestra eterna salvación.
Por esto, tratando acerca de las causas que hacen estériles los estudios, como son la curiosidad, el desmedido deseo de saber, la cortedad del ingenio, la aversión al esfuerzo y a la perseverancia, le parece que no hay otro remedio que la disposción al trabajo, reforzada por el ardor de la piedad procedente de la vida del espíritu. Realizando los estudios sagrados con la dirección de una triple luz: la recta razón, la fe infusa y los dones del Espíritu Santo, que perfeccionan la inteligencia, ninguno poseyó esta luz en más abundancia que él; porque después de haber empleado en las cuestiones difíciles todas las fuerzas de su ingenio, imploraba de Dios la explicación de las dificultades con ayunos y humildísima oración; y Dios solía escucharlo con tanta benignidad, que alguna vez mandó al mismo Príncipe de los Apóstoles a enseñarle. Por esto no es extraño que, al acercarse al fin de su vida, alcanzase tan alto grado de contemplación, que las cosas por él escritas le parecían paja, y decía que no podía escribir más; así tenía fijas ya en el pensamiento las verdades eternas, de modo que no deseaba otra cosa que ver a Dios. Pues éste, como Tomás mismo enseña, es el fruto que debe sacarse principalmente de los estudios: