Biblia Jubileo 2000 1Mas ahora los más mozos de días que yo, se ríen de mí; cuyos padres yo desdeñara ponerlos con los perros de mi ganado. 2Porque ¿para qué yo habría menester la fuerza de sus manos, en los cuales pereció el tiempo? 3Por causa de la pobreza y del hambre andaban solos; huían a la soledad, al lugar tenebroso, asolado y desierto. 4Que cogían malvas entre los arbustos, y raíces de enebro para su comida. 5Eran echados de entre los hombres, y todos les daban gritos como al ladrón. 6Habitaban en las barrancas de los arroyos, en las cavernas de la tierra, y en las piedras. 7Bramaban entre las matas, y se congregaban debajo de las espinas. 8Hijos de locos, y hombres sin nombre, más bajos que la misma tierra. 9Y ahora yo soy su canción, y soy hecho a ellos refrán. 10Me abominan, se alejan de mí, y aun de mi rostro no detuvieron su saliva. 11Porque Dios desató mi cuerda, y me afligió, por eso se desenfrenaron delante de mi rostro. 12A la mano derecha se levantaron los jóvenes; empujaron mis pies, y pisaron sobre mí las sendas de su destrucción. 13Mi senda derribaron, se aprovecharon de mi quebrantamiento, contra los cuales no hubo ayudador. 14Vinieron como por portillo ancho, se revolvieron por mi calamidad. 15Se han revuelto turbaciones sobre mí; combatieron como viento mi voluntad, y mi salud como nube que pasa. 16Y ahora mi alma está derramada en mí; días de aflicción se apoderan de mí. 17De noche taladra sobre mí mis huesos, y mis pulsos no reposan. 18Con la grandeza de la fuerza del dolor mi vestidura es mudada; me ciñe como el cuello de mi ropa. 19Me derribó en el lodo, y soy semejante al polvo, y a la ceniza. 20Clamo a ti, y no me oyes; me presento, y no me atiendes. 21Te has vuelto cruel para mí; con la fortaleza de tu mano me odias. 22Me levantaste, y me hiciste cabalgar sobre el viento, y derretiste en mí el ser. 23Porque yo conozco que me conduces a la muerte; y a la casa determinada a todo viviente. 24Mas él no extenderá la mano contra el sepulcro; ¿clamarán por ventura los sepultados cuando él los quebrantare? 25¿Por ventura no lloré yo al afligido? Y mi alma ¿no se entristeció sobre el menesteroso? 26Cuando esperaba el bien, entonces me vino el mal; y cuando esperaba la luz, vino la oscuridad. 27Mis entrañas hierven, y no reposan; días de aflicción me han sobrecogido. 28Denegrido anduve, y no por el sol; me he levantado en la congregación, y clamé. 29He venido a ser hermano de los dragones, y compañero de los búhos. 30Mi piel está denegrida sobre mí, y mis huesos se secaron con ardentía. 31Se ha tornado mi arpa en luto, y mi órgano en voz de lamentadores. |