El perro del hortelano/Acto II
Acto II
Salen el conde FEDERICO y LEONIDO, criado.
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FEDERICO. | ¿Aquí la viste?
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LEONIDO. | Aquí entró como el alba por un prado, |
FEDERICO. | ¡Ay si la pudiese hablar!
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LEONIDO. | Siendo tú su primo, es cosa acompañarla forzosa. |
FEDERICO. | El pretenderme casar ha hecho ya sospechoso |
Sale el marqués RICARDO, y CELIO.
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CELIO. | A pie digo que salía, y alguna gente con ella. |
RICARDO. | Por estar la iglesia enfrente, y por preciarse del talle, |
CELIO. | ¿No has visto por el oriente salir serena mañana |
RICARDO. | Mi amor te ha vuelto pintor de tan serena mañana, |
CELIO. | ¿Cuál de los dos será el toro a quien hoy al sol aplico? |
RICARDO. | Él por primera afición, aunque del nombre se guarde, |
FEDERICO. | ¿Es aquél Ricardo?
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LEONIDO. | Él es.
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FEDERICO. | Fuera maravilla rara que deste puesto faltara. |
LEONIDO. | Gallardo viene el marqués.
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FEDERICO. | No pudieras decir más si tú fueras el celoso. |
LEONIDO. | ¿Celos tienes?
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FEDERICO. | ¿No es forzoso? De alabarle me los das. |
LEONIDO. | Si a nadie quiere Diana, ¿de qué los puedes tener? |
FEDERICO. | De que le puede querer, que es mujer. |
LEONIDO. | Sí, mas tan vana, tan altiva y desdeñosa, |
FEDERICO. | Es soberbia la hermosura.
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LEONIDO. | No hay ingratitud hermosa.
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CELIO. | Diana sale, señor.
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RICARDO. | Pues tendrá mi noche día.
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CELIO. | ¿Hablarásla?
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RICARDO. | Eso querría, si quiere el competidor. |
Salen OTAVIO, FABIO, TEODORO, la condesa, y detrás, | |
MARCELA, ANARDA con mantos; llegue el conde por un lado.
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FEDERICO. | Aquí aguardaba con deseo de veros.
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DIANA. | Señor conde, seáis muy bien hallado.
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RICARDO. | Y yo, señora, con el mismo agora a acompañaros vengo, y a serviros. |
DIANA. | Señor marqués, ¿qué dicha es esta mía? ¿Tanta merced? |
RICARDO. | Bien debe a mi deseo vuseñoría este cuidado. |
FEDERICO. | Creo que no soy bien mirado y admitido. |
LEONIDO. | Háblala; no te turbes.
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FEDERICO. | ¡Ay, Leonido! Quien sabe que no gustan de escuchalle, |
Todos se entren por la otra puerta acompañando | |
a la condesa, y quede allí TEODORO.
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TEODORO. | Nuevo pensamiento mío desvanecido en el viento, |
TRISTÁN. | Si en tantas lamentaciones cabe un papel de Marcela, |
TEODORO. | Contigo necio, y con él, entrambas cosas tenemos. |
TRISTÁN. | Es muy necia.
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TEODORO. | Pregúntale a mi ventura si, subida a tanta altura, |
TRISTÁN. | Léele, por vida mía, aunque ya estés tan divino; |
TEODORO. | El pensamiento, que vuela a los mismos cercos de oro |
TRISTÁN. | Hablas con justo decoro, mas ¿qué haremos del papel? |
TEODORO. | Esto.
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TRISTÁN. | ¿Rasgástele?
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TEODORO. | Sí.
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TRISTÁN. | ¿Por qué señor?
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TEODORO. | Porque ansí respondí más presto a él. |
TRISTÁN. | Ése es injusto rigor.
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TEODORO. | Ya soy otro; no te espantes.
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TRISTÁN. | Basta, que sois los amantes boticarios del amor; |
TEODORO. | Ya tú debes de venir con el vino que otras veces. |
TRISTÁN. | Pienso que te desvaneces con lo que intentas subir. |
TEODORO. | Tristán, cuantos han nacido su ventura han de tener; |
TRISTÁN. | César llamaron, señor, a aquel duque que traía |
TEODORO. | Pues tomo, Tristán, la empresa, y haga después la fortuna |
Salen MARCELA y DOROTEA.
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DOROTEA. | Si a alguna de tus desdichas le pesa, |
MARCELA. | En la prisión que me dio tan justa amistad hicimos, |
DOROTEA. | Teodoro está aquí.
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MARCELA. | ¡Mi bien!
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TEODORO. | Marcela, el paso detén.
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MARCELA. | ¿Cómo, mi bien, si te adoro, cuando a mis ojos te ofreces? |
TEODORO. | Mira lo que haces y dices, que en palacio los tapices |
MARCELA. | ¿Has leído mi papel?
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TEODORO. | Sin leerle le he rasgado; que estoy tan escarmentado |
MARCELA. | ¿Son los pedazos aquestos?
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TEODORO. | Sí, Marcela.
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MARCELA. | Y ya ¿mi amor has rasgado? |
TEODORO. | ¿No es mejor que vernos por puntos puestos |
MARCELA. | ¿Qué dices?
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TEODORO. | Que estoy dispuesto a no darle más enojos |
MARCELA. | En los ojos tuve muchas veces puesto |
TEODORO. | Marcela, queda con Dios. Aquí acaba de los dos |
MARCELA. | ¿Tú dices eso, Teodoro, a Marcela? |
TEODORO. | Yo lo digo; que soy de quietud amigo |
MARCELA. | Oye, advierte.
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TEODORO. | Déjame.
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MARCELA. | ¿De aquesta suerte me tratas? |
TEODORO. | ¡Qué necio enfado!
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Váyase.
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MARCELA. | ¡Ah Tristán, Tristán!
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TRISTÁN. | ¿Qué quieres?
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MARCELA. | ¿Qué es esto?
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TRISTÁN. | Una mudancita; que a las mujeres imita |
MARCELA. | ¿Cuáles mujeres?
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TRISTÁN. | Unas de azúcar y miel.
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MARCELA. | Dile...
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TRISTÁN. | No me digas nada, que soy vaina desta espada, |
Váyase.
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MARCELA. | ¿Qué sientes desto?
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DOROTEA. | No sé, que a hablar no me atrevo. |
MARCELA. | No. Pues yo hablaré. |
DOROTEA. | Pues yo no.
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MARCELA. | Pues yo sí.
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DOROTEA. | Mira que fue bueno el aviso, Marcela, |
MARCELA. | Amor en celosas iras ningún peligro recela. |
DOROTEA. | Calla, que estás enojada.
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MARCELA. | Mas yo me veré vengada, ni soy tan necia que ignoro |
Sale FABIO.
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FABIO. | ¿Está el secretario aquí?
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MARCELA. | ¿Es por burlarte de mí?
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FABIO. | ¡Por Dios, que le ando a buscar! Que le llama mi señora. |
MARCELA. | Fabio, que sea o no sea, pregúntale a Dorotea |
FABIO. | ¡Qué engaño tan necio el vuestro! ¿Querréis que esté deslumbrado |
MARCELA. | ¿Concierto? ¡Bueno!
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FABIO. | Por Dios, que pienso que me engañáis. |
MARCELA. | Confieso, Fabio, que oí las locuras de Teodoro, |
FABIO. | ¿A mí?
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MARCELA. | Pues ¿no te pareces a ti? |
FABIO. | Pues ¿a mí, Marcela?
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MARCELA. | Si te hablo con cautela, Fabio, si no me enloqueces, |
FABIO. | Es engaño conocido o tú te quieres morir, |
DOROTEA. | Fabio, ten atrevimiento y aprovecha la ocasión; |
FABIO. | Por voluntad fuera amor, fuera verdad. |
DOROTEA. | Teodoro más alto vuela; de Marcela se descarta. |
FABIO. | Marcela, a buscarle voy. Bueno en sus desdenes soy; |
Váyase.
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DOROTEA. | ¿Qué has hecho?
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MARCELA. | No sé; estoy tal, que de mí misma no sé. |
DOROTEA. | Sí quiere.
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MARCELA. | Pues de los dos me vengo, que amor es dios |
Salen la condesa y ANARDA.
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DIANA. | Ésta ha sido la ocasión; no me reprehendas más. |
ANARDA. | La disculpa que me das me ha puesto en más confusión. |
DIANA. | Pues no hay disgusto que sea para mí mayor agora. |
MARCELA. | Vamos, Dorotea, de aquí. Bien digo yo que de mí |
Váyanse MARCELA y DOROTEA.
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ANARDA. | ¿Puédote hablar?
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DIANA. | Ya bien puedes.
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ANARDA. | Los dos que de aquí se van ciegos de tu amor están; |
DIANA. | Ya me canso de escucharte.
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ANARDA. | ¿Con quién te piensas casar? ¿No puede el marqués Ricardo, |
DIANA. | Porque uno es loco, otro necio, y tú, en no haberme entendido, |
ANARDA. | ¡Válame Dios! ¿Tú quieres? |
DIANA. | ¿No soy mujer?
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ANARDA. | Sí, pero imagen de hielo, donde el mismo sol del cielo |
DIANA. | Pues esos hielos, Anarda, dieron todos a los pies |
ANARDA. | ¿Quién es?
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DIANA. | La vergüenza me acobarda que de mi propio valor |
ANARDA. | Si Pasife quiso un toro, Semíramis un caballo, |
DIANA. | Quien quiere, puede, si quiere, como quiso, aborrecer. |
ANARDA. | ¿Podrás?
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DIANA. | Podré, que si cuando quise amé, |
ANARDA. | Fabio con Clara.
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DIANA. | ¡Ojalá que me diviertan!
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ANARDA. | Música y amor conciertan bien; en la canción repara. |
ANARDA. | ¿Qué te dice la canción? ¿No ves que te contradice? |
DIANA. | Bien entiendo lo que dice, mas yo sé mi condición, |
ANARDA. | Quien tiene tanto poder pasa del límite humano. |
TEODORO entra.
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TEODORO. | Fabio me ha dicho, señora, que le mandaste buscarme. |
DIANA. | Horas ha que te deseo.
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TEODORO. | Pues ya vengo a que me mandes, y perdona si he faltado. |
DIANA. | Ya has visto a estos dos amantes, estos dos mis pretendientes. |
TEODORO. | Sí, señora.
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DIANA. | Buenos talles tienen los dos. |
TEODORO. | Y muy buenos.
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IANA. | No quiero determinarme sin tu consejo. ¿Con cuál |
TEODORO. | Pues ¿qué consejo, señora, puedo yo en las cosas darte |
DIANA. | Mal pagas el estimarte por consejero, Teodoro, |
TEODORO. | Señora, en casa, ¿no hay viejos que entienden de casos tales? |
DIANA. | Quiero yo que a ti te agrade el dueño que has de tener |
TEODORO. | Sí, señora.
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DIANA. | Pues elijo al marqués; parte, y pídele las albricias. |
Váyase la condesa.
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TEODORO. | ¿Hay desdicha semejante? ¿Hay resolución tan breve? |
Sale FABIO.
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FABIO. | ¿Hablaste ya con mi señora?
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TEODORO. | Agora, Fabio, la hablé, y estoy con gran contento, |
FABIO. | Discreta ha sido.
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TEODORO. | Que gane las albricias me ha pedido, mas yo, que soy tu amigo, quiero darte, |
FABIO. | Si debo amarte, muestra la obligación en que me has puesto. |
Vase FABIO y sale TRISTÁN.
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TRISTÁN. | Turbado a buscarte vengo. ¿Es verdad lo que me han dicho? |
TEODORO. | ¡Ay Tristán! Verdad será si son desengaños míos. |
TRISTÁN. | Ya, Teodoro, en las dos sillas los dos batanes he visto |
TEODORO. | Pues, Tristán, agora vino ese tornasol mudable, |
TRISTÁN. | Ella, en fin, ¿tiene marido?
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TEODORO. | El marqués Ricardo.
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TRISTÁN. | Pienso que a no verte sin juicio, |
TEODORO. | Si aspiré, Tristán, ya expiro.
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TRISTÁN. | La culpa tienes de todo.
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TEODORO. | No lo niego, que yo he sido fácil en creer los ojos |
TRISTÁN. | Yo te digo que no hay vasos de veneno |
TEODORO. | De corrido, te juro, Tristán, que apenas |
TRISTÁN. | ¡Qué arrepentido y contrito has de volver a Marcela! |
TEODORO. | Presto seremos amigos.
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Sale MARCELA.
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MARCELA. | ¡Qué mal que finge amor quien no le tiene! ¡Qué mal puede olvidarse amor de un año, |
TEODORO. | Marcela.
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MARCELA. | ¿Quién es?
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TEODORO. | Yo soy. ¿Así te olvidas de mí? |
MARCELA. | Y tan olvidada estoy, que a no imaginar en ti |
TEODORO. | Quise probar tu firmeza, y es tan poca |
MARCELA. | Nunca, Teodoro, el discreto mujer ni vidrio probó. |
TEODORO. | Si le quieres con venganza, ¿qué mayor, Marcela mía? |
MARCELA. | No quiera Dios que destruya los principios de tus glorias. |
TEODORO. | Tenla, Tristán; que se va.
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TRISTÁN. | Señora, señora, advierte que no es volver a quererte |
MARCELA. | ¿Qué quieres, Tristán?
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TRISTÁN. | Espera.
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Salen la condesa y ANARDA.
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DIANA. | ¡Teodoro y Marcela aquí!
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ANARDA. | ¿Parece que el ver te altera que estos dos se hablen ansí? |
DIANA. | Toma, Anarda, esa antepuerta y cubrámonos las dos. |
MARCELA. | Déjame, Tristán, por Dios.
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ANARDA. | Tristán a los dos concierta, que deben de estar reñidos. |
DIANA. | El alcahuete lacayo me ha quitado los sentidos. |
TRISTÁN. | No pasó más presto el rayo que por sus ojos y oídos |
DIANA. | ¡Brava estafeta es el lacayo! |
TEODORO. | Si ya Marcela a Fabio sujeta, |
TRISTÁN. | ¡Otro enojado!
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TEODORO. | Mejor. Los dos casarse podrán. |
TRISTÁN. | ¿Tú también? ¡Bravo rigor! Ea, acaba, llega pues, |
TEODORO. | Necio, ¿tú me persuades?
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TRISTÁN. | Por mí quiero que le des la mano esta vez, señora. |
TEODORO. | ¿Cuándo he dicho yo a Marcela que he tenido a nadie amor? |
TRISTÁN. | Es cautela para vengar tu rigor. |
MARCELA. | No es cautela, que es verdad.
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TRISTÁN. | Calla, boba; ea, llegad. ¡Qué necios estáis los dos! |
TEODORO. | Yo rogaba mas por Dios, que no he de hacer amistad. |
MARCELA. | Pues a mí me pase un rayo.
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TRISTÁN. | No jures.
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MARCELA. | Aunque le muestro enojo, ya me desmayo. |
TRISTÁN. | Pues tente firme.
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DIANA. | ¡Qué diestro está el bellaco lacayo! |
MARCELA. | Déjame, Tristán, que tengo que hacer. |
TEODORO. | Déjala, Tristán.
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TRISTÁN. | Por mí, vaya.
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TEODORO. | Tenla.
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MARCELA. | Vengo, mi amor. |
TRISTÁN. | ¿Cómo no se van ya, que a ninguno detengo? |
MARCELA. | ¡Ay, mi bien! Ni puedo irme.
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TEODORO. | Ni yo, porque no es tan firme ninguna roca en la mar. |
MARCELA. | Los brazos te quiero dar.
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TEODORO. | Y yo a los tuyos asirme.
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TRISTÁN. | Si yo no era menester ¿por qué me hicistes cansar? |
ANARDA. | ¿Desto gustas?
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DIANA. | Vengo a ver lo poco que hay que fiar |
TEODORO. | ¡Ay! ¡Qué me has dicho de afrentas!
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TRISTÁN. | Yo he caído ya con veros juntar las almas contentas, |
MARCELA. | Si te trocare, mi bien, por Fabio, ni por el mundo, |
TEODORO. | Hoy de nuevo fundo, Marcela, mi amor también, |
MARCELA. | ¿Quieres deshacer mi agravio?
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TEODORO. | ¿Qué no haré por ti y contigo?
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MARCELA. | Di que todas las mujeres son feas. |
TEODORO. | Contigo, es claro. Mira qué otra cosa quieres. |
MARCELA. | En ciertos celos reparo, ya que tan mi amigo eres; |
TRISTÁN. | Bien podéis por mí, aunque de mí mismo sea. |
MARCELA. | Di que la condesa es fea.
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TEODORO. | Y un demonio para mí.
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MARCELA. | ¿No es necia?
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TEODORO. | Por todo extremo.
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MARCELA. | ¿No es bachillera?
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TEODORO. | Es cuitada.
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DIANA. | Quiero estorbarlos, que temo que no reparen en nada, |
ANARDA. | ¡Ay señora! No hagas tal.
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TRISTÁN. | Cuando queráis decir mal de la condesa y su talle, |
DIANA. | ¿Escuchalle podré desvergüenza igual? |
TRISTÁN. | Lo primero...
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DIANA. | Yo no aguardo a lo segundo, que fuera |
MARCELA. | Voyme, Teodoro.
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Váyase con una reverencia MARCELA.
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TRISTÁN. | ¿La condesa?
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TEODORO. | ¡La condesa!
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DIANA. | Teodoro.
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TEODORO. | Señora, advierte...
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TRISTÁN. | El cielo a tronar comienza; no pienso aguardar los rayos. |
Vase TRISTÁN.
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DIANA. | Anarda, un bufete llega. Escribiráme Teodoro |
TEODORO. | Todo el corazón me tiembla, si oyó lo que hablado habemos. |
DIANA. | Bravamente amor despierta con los celos a los ojos. |
TEODORO. | Ella murmura y se queja; bien digo yo que en palacio, |
Sale ANARDA con un bufetillo pequeño y recado de escribir.
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ANARDA. | Este pequeño he traído, y tu escribanía. |
DIANA. | Llega, Teodoro, y toma la pluma. |
TEODORO. | Hoy me mata o me destierra.
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DIANA. | Escribe.
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TEODORO. | Di.
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DIANA. | No estás bien con la rodilla en la tierra; |
TEODORO. | Yo estoy bien.
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DIANA. | Pónsela, necia.
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TEODORO. | No me agrada este favor sobre enojos y sospechas; |
DIANA. | Yo digo ansí.
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TEODORO. | Mil cruces hacer quisiera.
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Siéntese la condesa en una silla alta. | |
Ella diga y él vaya escribiendo.
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DIANA. | «Cuando una mujer principal se ha declarado con un hombre humilde, eslo mucho el término de volver a |
TEODORO. | ¿No dices más?
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DIANA. | Pues ¿qué más?
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El papel, Teodoro, cierra.
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ANARDA. | ¿Qué es esto que haces, señora?
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DIANA. | Necedades de amor llenas.
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ANARDA. | Pues ¿a quién tienes amor?
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DIANA. | ¿Aún no le conoces, bestia? Pues yo sé que le murmuran |
TEODORO. | Ya el papel está cerrado; sólo el sobrescrito resta. |
DIANA. | Pon, Teodoro, para ti, y no lo entienda Marcela; |
Váyase y quede solo, y entre MARCELA.
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TEODORO. | ¡Hay confusión tan extraña! ¡Que aquesta mujer me quiera |
Sale MARCELA.
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MARCELA. | ¿Qué te ha dicho la condesa, mi bien? Que he estado temblando |
TEODORO. | Díjome que te quería casar con Fabio, Marcela, |
MARCELA. | ¿Qué dices?
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TEODORO. | Sólo que sea para bien, y pues te casas, |
MARCELA. | Oye.
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TEODORO. | Es tarde para quejas.
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Váyase.
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MARCELA. | No, no puedo yo creer que aquesta la ocasión sea. |
Sale el marqués y FABIO.
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RICARDO. | No pude, Fabio, detenerme un hora. Por tal merced le besaré las manos. |
FABIO. | Dile presto, Marcela, a mi señora que está el marqués aquí. |
MARCELA. | Celos tiranos, celos crueles, ¿qué queréis agora, |
FABIO. | ¿No vas?
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MARCELA. | Ya voy.
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FABIO. | Pues dile que ha venido nuestro nuevo señor y su marido. |
Vase MARCELA.
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RICARDO. | Id, Fabio, a mi posada; que mañana os daré mil escudos y un caballo |
FABIO. | Sabré, si no servillo, celebrallo.
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RICARDO. | Este es principio solo, que Diana os tiene por criado y por vasallo, |
FABIO. | Esos pies beso.
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RICARDO. | No pago ansí; la obligación confieso.
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DIANA. | ¿Vuseñoría aquí?
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RICARDO. | Pues ¿no era justo si me enviáis con Fabio tal recado, |
DIANA. | No acierto, aunque lo intento, a responderos. ¿Yo he enviado a llamaros? O ¿es burlaros? |
RICARDO. | Fabio, ¿qué es esto?
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FABIO. | ¿Pude yo traeros sin ocasión agora, ni llamaros, |
DIANA. | Señor marqués, Teodoro culpa ha sido. Oyóme anteponer a Federico |
RICARDO. | Fuera en vano dar a Fabio perdón, si no estuviera |
Váyase el marqués.
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DIANA. | ¿Paréceos bien aquesto, majadero?
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FABIO. | ¿Por qué me culpa a mi vuseñoría?
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DIANA. | Llamad luego a Teodoro. ¡Qué ligero este cansado pretensor venía, |
FABIO. | Perdí el caballo y mil escudos de oro.
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Váyase FABIO y quede la condesa sola.
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DIANA. | ¿Qué me quieres, amor? ¿Ya no tenía olvidado a Teodoro? ¿Qué me quieres? |
Sale TEODORO y FABIO.
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FABIO. | Pensó matarme el marqués; pero, la verdad diciendo, |
TEODORO. | Yo quiero darte un consejo.
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FABIO. | ¿Cómo?
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TEODORO. | El conde Federico estaba perdiendo el seso |
FABIO. | Voy como un rayo.
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TEODORO. | Camina. ¿Llamábasme? |
DIANA. | Bien ha hecho ese necio en irse agora. |
TEODORO. | Un hora he estado leyendo tu papel, y bien mirado, |
DIANA. | Teodoro, yo te lo creo. ¿Por qué no me has de querer, |
TEODORO. | Ese lenguaje no entiendo.
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DIANA. | No hay más que entender, Teodoro, ni pasar el pensamiento |
TEODORO. | Cierto que vuseñoría (perdóneme si me atrevo) |
DIANA. | Eso no, Teodoro, advierto que Marcela no ha de ser. |
TEODORO. | ¿No hay remedio? Pues ¿quiere vuseñoría |
DIANA. | ¡Pícaro infame! Haré yo que os maten luego. |
TEODORO. | ¿Qué hace vuseñoría?
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DIANA. | Daros, por sucio y grosero, estos bofetones. |
Sale FABIO, y el conde FEDERICO.
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FABIO. | Tente.
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FEDERICO. | Bien dices, Fabio, no entremos. Pero mejor es llegar. |
DIANA. | No es nada: enojos que pasan entre criados y dueños. |
FEDERICO. | ¿Quiere vuestra señoría alguna cosa? |
DIANA. | No quiero más de hablaros en las mías. |
FEDERICO. | Quisiera venir a tiempo, que os hallara con más gusto. |
DIANA. | Gusto, Federico, tengo, que aquestas son niñerías. |
Váyase DIANA.
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FEDERICO. | Fabio.
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FABIO. | Señor.
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FEDERICO. | Yo sospecho que en estos disgustos hay |
FABIO. | No sé, por Dios. Admirado de ver, señor conde, quedo |
FEDERICO. | Bañóle de sangre el lienzo.
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Váyanse FEDERICO y FABIO.
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TEODORO. | Si aquesto no es amor, ¿qué nombre quieres, Amor, que tengan desatinos tales? |
Sale TRISTÁN.
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TRISTÁN. | Siempre tengo de venir acabados los sucesos; |
TEODORO. | ¡Ay Tristán!
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TRISTÁN. | Señor, ¿qué es esto? ¡Sangre en el lienzo! |
TEODORO. | Con sangre quiere amor que de los celos |
TRISTÁN. | Por Dios, que han sido celos muy necios. |
TEODORO. | No te espantes, que está loca de un amoroso deseo, |
TRISTÁN. | Señor, que Juana o Lucía cierren conmigo por celos, |
TEODORO. | No sé, Tristán; pierdo el seso de ver que me está adorando |
TRISTÁN. | Contáronme que un doctor, catedrático y maestro, |
Sale la condesa.
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DIANA. | Teodoro.
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TEODORO. | Señora.
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TRISTÁN. | ¿Es duende esta mujer? |
DIANA. | Sólo vengo a saber cómo te hallas. |
TEODORO. | ¿Ya no lo ves?
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DIANA. | ¿Estás bueno?
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TEODORO. | Bueno estoy.
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DIANA. | ¿Y no dirás: «A tu servicio»? |
TEODORO. | No puedo estar mucho en tu servicio |
DIANA. | ¡Qué poco sabes!
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TEODORO. | Tan poco que te siento y no te entiendo, |
DIANA. | ¿Hícete sangre?
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TEODORO. | Pues no.
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DIANA. | ¿Adónde tienes el lienzo?
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TEODORO. | Aquí.
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DIANA. | Muestra.
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TEODORO. | ¿Para qué?
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DIANA. | Para que esta sangre quiero. Habla a Otavio, a quien agora |
TEODORO. | ¿Para qué?
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DIANA. | Para hacer lienzos.
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Váyase la condesa
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TEODORO. | ¡Hay disparates iguales!
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TRISTÁN. | ¡Qué encantamientos son estos!
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TEODORO. | Dos mil escudos me ha dado.
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TRISTÁN. | Bien puedes tomar al precio otros cuatro bofetones. |
TEODORO. | Dice que son para lienzos y llevó el mío con sangre. |
TRISTÁN. | Pagó la sangre y te ha hecho doncella por las narices. |
TEODORO. | No anda mal agora el perro, pues después que muerde halaga. |
TRISTÁN. | Todos aquestos extremos han de parar en el ama |
TEODORO. | ¡Quiéralo el cielo! |