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COLUMNA
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El documental sobre U2 en Sarajevo va de Sarajevo más que de U2. Y está bien así

‘Kiss the Future’ recuerda el brutal asedio de la capital bosnia y el concierto que la banda irlandesa dio al terminar la guerra. El mensaje es muy actual. Hay tantos Sarajevos todavía

Un casco azul italiano, en Sarajevo ante los carteles de promoción del concierto de U2 en 1997. Foto: Damir Sagolj / Reuters
Ricardo de Querol

Dos escenas describen este documental. En una, una mujer sale vestida de novia de un portal rodeado por coches calcinados: va a casarse en el Sarajevo que estuvo sometido a asedio entre 1992 y 1996. Los invitados celebran la boda en una casa particular, con alegría, aunque parecen listos para correr al refugio si suenan las sirenas. En la otra, un periodista aborda a Bono, el líder de U2, para una entrevista al revés: no quiere sacarle un titular al cantante, sino convencerlo para que apoye la causa de los bosnios durante las terribles guerras que asolaron la Yugoslavia en descomposición. Tiene 13 minutos para persuadirlo, y lo consigue.

Hay dos relatos paralelos en el documental Kiss the Future. U2 en Sarajevo, que se estrenó el año pasado en la Berninale y ahora está disponible en Movistar+. Uno es el del guionista, Bill S. Carter, un periodista estadounidense que decidió permanecer en Sarajevo durante el asedio, trabajando para la televisión local; fue él quien mantuvo la entrevista con Bono cuando la gira de U2 paró en Verona (Italia). La otra historia del filme, dirigido por el esloveno Nenad Cicin-Sain, es la vida cotidiana en una ciudad no solo sitiada por el ejército serbio, sino repleta de francotiradores en los tejados. Impresiona la entereza de quienes salen a hacer las compras imprescindibles mientras silban las balas. Y se quiere poner el foco en los creadores culturales que ayudaron a mantener el ánimo de la población. Son los músicos y otros artistas que se negaron a rendirse, que organizaban fiestas con dj o bandas en directo en sótanos hasta la madrugada cuando en la calle sonaba la artillería.

Lo mejor del documental es que U2 no es el protagonista, sino la ciudad. La banda irlandesa estaba entonces en la cresta de la ola, llenaba estadios en todo el mundo, y Carter pensó que el suyo sería un gran altavoz para que se prestara atención a lo que pasaba en Sarajevo. Bono se sumó con entusiasmo: en los conciertos de la gira Zoo TV, empezó a conectar en directo con Carter y otros testigos del horror. Una vez, una chica bosnia fue insolente en su mensaje: “No estáis haciendo nada”, y Bono tuvo que darle la razón. Además, el cantante compuso junto a Brian Eno el tema Miss Sarajevo, sobre un concurso de belleza que formó parte de esa resistencia ciudadana, una canción a la que puso su gran voz Luciano Pavarotti. Las concursantes portaban una pancarta que decía: “No dejéis que nos maten”.

Cuando terminó la guerra (por los acuerdos de Dayton en noviembre de 1995), Bono viajó a Sarajevo a pasar la Nochevieja (había un alto el fuego, pero no se habían retirado aún las posiciones serbias), y estaba decidido a que U2 diera un concierto allí. Se celebró casi dos años más tarde, el 23 de septiembre de 1997, en un estadio que tuvo que acabar de ser reconstruido a toda prisa, ante 45.000 personas que sentían que volvían a ser ciudadanos iguales en una noche icónica e ilusionante.

El documental acierta al no magnificar el peso de U2 en este conflicto, que si se decidió por algo fue por la (tardía) entrada de la OTAN ante el espanto mundial por el genocidio. La mayor parte del metraje recopila grabaciones aficionadas de historias como la de la novia valiente: se llama Vesna Andree Zaimović, aportó valioso material documental al filme y ahora es la embajadora de Bosnia en España. O como la de la banda de punk Sikter, que tocaba en aquellos sótanos y fue el telonero de U2 esa noche. Y tenemos los testimonios de muchos otros artistas, activistas y vecinos, el del entonces presidente de EE UU Bill Clinton y el de la periodista de la CNN Christiane Amanpour.

Lógicamente, el documental termina con el concierto de U2, pero no es como otros a mayor gloria del artista: a lo largo del metraje suenan casi tantas canciones de The Clash como de los irlandeses. Y de aquella actuación solo se muestran algunos fragmentos, incluso aquellos que prueban que Bono sufrió mucho con su voz, lo que compensaban las ganas de cantar del público.

Sarajevo tenía a gala ser la más cosmopolita (multiétnica, multirreligiosa y multilingüe) de las ciudades de la antigua Yugoslavia: quizás fue eso lo que se quería destruir. Que este documental se haya estrenado un cuarto de siglo después de lo que narra no le quita nada de actualidad, por desgracia. Imposible no pensar en Beirut, en Gaza, en Bucha y Mariúpol, en Darfur. Hay tantos Sarajevos todavía.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).
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