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África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

‘Afropeidad’: el heterogéneo movimiento negro reclama su lugar en Europa

Los jóvenes afrodescendientes, cuyos antepasados no llegaron en los mismos barcos, ni al mismo puerto, ni en la misma época, se expresan para formar parte de la cultura contemporánea del continente

II Encuentro de hispanistas África-España: la huella africana en el español, celebrado en noviembre de 2021 en Madrid.
II Encuentro de hispanistas África-España: la huella africana en el español, celebrado en noviembre de 2021 en Madrid.Instituto Cervantes
Analía Iglesias

“Dejar de trasladar el espíritu de la esclavitud al presente”, tal es la reivindicación del periodista Abuy Nfubea, autor de Afrofeminismo. 50 años de lucha y activismo de mujeres negras en España (1968-2018), pronunciándose con contundencia en el documental Gurumbé, Canciones de tu memoria negra (2016) de Miguel Ángel Rosales, sobre el legado cultural negro en España. ¿Qué lazos hay entre la herencia de aquel mestizaje y este presente de afropeos, europeos y descendientes de africanos, con unas preguntas renovadas sobre la negritud? Esta es la cuestión para la que se formulan indicios de respuestas y acercamientos originales por parte de una población afro europea joven.

Para el registro fílmico sobre las raíces africanas del flamenco, lo que Rosales recoge son los testimonios de historiadores y etnomusicólogos que aseguran que España y Portugal –o Sevilla y Lisboa– fueron los primeros territorios europeos con fuerte presencia de población afrodescendiente estable durante los siglos XV y XVI. Ya en el XVII, el 5% de la población de España era negra o mestiza, según el antropólogo Isidoro Moreno.

“La presencia de los afrodescendientes en Europa se suele escribir principalmente bajo el prisma del esclavismo y la colonización, ocultando una historia mucho más antigua”
Olivette Otele, catedrática de origen camerunés en la Universidad de Bristol (Reino Unido)

Hay quienes, sin embargo, hablan de una Europa negra muy anterior, que se remonta incluso al Imperio Romano. Entre estos historiadores está Olivette Otele, catedrática de origen camerunés que enseña en la Universidad de Bristol (Reino Unido), y que también reclama que hay que despegar lo afro del pasado esclavista: “La presencia de los afrodescendientes en Europa se suele escribir principalmente bajo el prisma del esclavismo y la colonización, ocultando una historia mucho más antigua. De ahí que durante siglos se les haya designado pura y simplemente con el término de ‘africanos’, omitiendo así su conexión con Europa y denegándoles la posibilidad de que reivindiquen su identidad europea”. La cita cierra, precisamente, un libro llamado Afropean. Notas sobre la Europa negra (Capitán Swing), del periodista inglés Johny Pitts, publicado recientemente en castellano.

El concepto de afropeidad al que se refiere Pitts (Sheffield, Reino Unido, 1987) nace de un deseo personal por indagar en aquello que pueden compartir los millones de ciudadanos europeos negros que, a diferencia de los afroamericanos, no tienen el pasado común de unos ancestros llegados, a la fuerza, en un mismo barco esclavista que cruzó el Atlántico una y otra vez. En su recorrido por algunas ciudades de Europa, el creador del diario digital Afropean llega a la conclusión de que el paternalismo colonial y el racismo estructural son dos nociones que se discernieren con claridad en algunos acontecimientos mayores de la historia contemporánea del continente, y gracias a los relatos que hemos formado. Sin ir más lejos, Pitts narra el fin de la Segunda Guerra Mundial, a la luz de las experiencias del escritor antillano Frantz Fanon y de otros ciudadanos de las colonias francesas que lucharon en el frente por la liberación de Francia, pero que se sintieron discriminados en las celebraciones junto a las poblaciones locales (por ejemplo, cuando las mujeres blancas preferían bailar con los prisioneros fascistas italianos antes que con los soldados negros) y que ni siquiera pudieron dejarse ver por París el Día de la Victoria.

Aquellos batallones franceses, poblados de gente reclutada en las colonias o en los territorios de ultramar, fueron objeto, en palabras de Pitts, de un indisimulado “blanqueamiento” a la hora de los festejos: “En un documento confidencial enviado al general De Gaulle, datado el 28 de enero de 1944, Walter Bedell Smith –jefe de gabinete de Eisenhower– escribió: ‘Sería muy deseable que la división mencionada esté integrada por personal de raza blanca’”. Esto lo recoge el autor –en la estela de The european tribe (La tribu europea, 1987) de Caryl Phillips– desde la incredulidad de un británico nacido de padre afroamericano y madre inglesa que repasa, con sensibilidad europea y rasgos afro, las vergüenzas del pasado propio, poblados de iconos del entretenimiento y la propaganda colonial. Como el personaje de Tintín, el explorador del Congo, cuyo perro Milú da órdenes a los congoleños en un cómic de los años treinta.

La ventaja de conocer al otro

El escritor británico sueña con que en Europa se comprenda aquello que el activista norteamericano James Baldwin intentaba en su propio país: “No había esperanza para el sueño americano, a menos de que en él estuvieran incluidos, en efecto, todos los americanos”, se lee en Afropean. El propio Baldwin escribió a sus compatriotas blancos con afán de construir una nación común: “Vosotros no teníais que mirarme nunca. Yo tenía que miraros a vosotros. Yo sé más de vosotros que lo que vosotros sabéis de mí. No podemos cambiar todas las cosas a las que nos enfrentamos, pero no podemos cambiar nada de aquello a lo que no nos enfrentemos”.

Vivir en una “mentira edulcorada”, como la menciona Pitts, nunca fue la opción. Tampoco en España, donde negar lo negro equivale a eludir la responsabilidad en la trata de personas, que durante siglos fue una industria demasiado rentable, según se recoge en el documental Gurumbé.

Hoy el pigmento puede convertirse en moda, otro producto más para la sociedad de consumo de experiencias y cuerpos

En efecto, más allá de las múltiples diferencias que se dan entre las comunidades negras de diferentes países y ciudades europeas (y aunque la discriminación del siglo XX no quedó atrás), hoy se constata que el pigmento puede convertirse en moda, otro producto más para la sociedad de consumo de experiencias y cuerpos. Esto lo relata Pitts en el caso de las sociedades escandinavas ricas, donde ser un joven racializado vestido alla italiana puede estar bien visto en ciertos ambientes laborales cool de las grandes ciudades. Sin lugar a dudas, la publicidad se ha poblado de nuevas tendencias en materia de diversidad, que también se monetarizan y calan en nuestra vida cotidiana. De estas cosas suele hablar, con mucho humor, el comediante e influencer español Lamine Thior, quien lamenta que alguna chica se le acerque en una discoteca a decirle cuánto la erotizan “los africanos” o que esta sea la segunda frase de un intercambio en Twitter.

Sobre la representación de los cuerpos, el artista Roméo Mivekannin (Benin, 1984) creó una serie llamada Las almas del pueblo negro, dedicada a los seres invisibilizados en la historia del arte y de la cual dimos cuenta en este espacio. Con su trabajo interviene las grandes obras de arte europeas, incluida Las Meninas de Velázquez, colocando su propio rostro en el centro de la escena. En esas piezas homenajea a los esclavos que ayudaban a aquellos artistas, como Juan de Pareja (1610-1670), un afrodescendiente nacido en Antequera que asistió a Velázquez y que practicaba la pintura en secreto.

Negritud en el siglo XXI

En el siglo XXI, con estas nuevas voces procurando establecer una agenda actualizada para pensar la negritud, por fin llegan también los españoles y españolas que buscan dirimir qué es lo político, pero deslindándolo de lo folclórico o lo maquillado (Pitts menciona en su libro, por ejemplo, los tours parisinos en los que se habla acerca de la abuela esclava de Alejandro Dumas, Marie-Cessette, “emancipada por su belleza física”). En este sentido, el pódcast No hay negros en el Tíbet, conducido por el rapero Frank T, la actriz Asaari Bibang y Lamine Thior, resulta una entretenida aproximación a las múltiples aristas que podrían definir el movimiento negro actual en España. En cada capítulo van destapando las trampas en las que los propios afrodescendientes caen cuando miran desde la perspectiva exclusiva del poder blanco. Tres españoles de diferentes orígenes (República Democrática del Congo, Guinea Ecuatorial y Senegal) abordan con humor sus traumas (como el disgusto que una bolsa de Conguitos causa en Frank T), aprendizajes y alegrías a lo largo de estas últimas décadas en distintas ciudades de la península ibérica.

Espacios como Conciencia afro, Black Barcelona Encuentro o la librería especializada United Minds, en Valencia (cofundada por Deborah Ekoka). Creadores como el fotógrafo Rubén H. Bermúdez o los escritores Moha Gerehou y Lucía Asué Mbomío Rubio, así como el actor Thimbo Samb y los raperos Ergo Pro, Afrojuice, Delarue, Nickzzy o Lil Viic (Blokecon) –estos dos últimos de origen dominicano–. Todos ellos desbrozan estos caminos posibles, en un campo que apenas comienza a ser explorado en España (aunque algunos de sus vídeos tienen millones de visualizaciones).

Desde la indagación más académica, la periodista Tania Adam ha lanzado recientemente una convocatoria a contribuciones para España Negra, una investigación propuesta desde Diáspora LAB de Radio Africa Magazineen un momento de despertar de la negritud española, en el que impera la necesidad de incorporar nuevas historias y discursos en la esfera pública”. En su web aclaran que el título España Negra es una provocación que toma como referencia el libro España Pagana, que el afroamericano Richard Wright publicó en los años cincuenta. Los investigadores se proponen, hasta 2024, rastrear experiencias y archivos que conformarán un renovado corpus que abarcará el legado afroespañol, el vínculo caribeño y las migraciones contemporáneas.

Entretanto, en medios y redes siguen sucediéndose polémicas sobre el derecho de gente como el rapero Morad a considerarse barcelonés (de Hospitalet de Llobregat) y, al mismo tiempo, marroquí. A propósito, en el libro Afropean se cita al ídolo futbolístico Zinedine Zidane: “Pienso todos los días en los sitios de los que provengo y sigo estando muy orgulloso de todas mis identidades: primero, cabileño del barrio de La Castellane; después, argelino de Marsella y, por fin, francés”. En todo caso, son polémicas que a poco de andar se revelan infructuosas, a la luz de lo aprendido con pensadores como Amin Maalouf (Identidades asesinas) acerca de la trampa de las identidades.

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Sobre la firma

Analía Iglesias
Colaboradora habitual en Planeta Futuro y El Viajero. Periodista y escritora argentina con dos décadas en España. Antes vivió en Alemania y en Marruecos, país que le inspiró el libro ‘Machi mushkil. Aproximaciones al destino magrebí’. Ha publicado dos ensayos en coautoría. Su primera novela es ‘Si los narcisos florecen, es revolución’.

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