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La escasez de educación emprendedora, un frenazo para el crecimiento de la economía

Las competencias en emprendimiento han de cultivarse desde los primeros niveles educativos y de forma transversal. Habilidades como la creatividad, el trabajo en equipo o la perseverancia son esenciales

Dos emprendedores trabajan en un entorno de 'coworking'.
Dos emprendedores trabajan en un entorno de 'coworking'.Morsa Images (Getty Images)
Nacho Meneses

La competencia emprendedora ha formado parte de las tres últimas leyes educativas aprobadas en España: primero con la LOE, en 2006; luego con la LOMCE, en 2013; y muy recientemente con la LOMLOE. Ya en el año 2000, el Acuerdo de Lisboa la incluía como objetivo educativo “para regenerar todo el sistema económico y contribuir al desarrollo de la sociedad europea”, recuerda Margarita Núñez, profesora investigadora del Departamento de Dirección de Empresa de ESIC. Y aunque el emprendimiento, a juicio de académicos y legisladores, es vital para el futuro bienestar económico de los países, los datos revelen lo difícil que resulta en España asimilar un cambio de cultura que ya llega tarde: convertirse en funcionario continúa siendo la primera opción laboral en todos los tramos de edad, y la tasa de emprendimiento en España se queda en un 6 %, por detrás de la media europea y muy por debajo de países como Gran Bretaña (casi un 13 %); Holanda (12,5 %); Francia o Alemania (9 %), según el Monitor de Emprendimiento Global (GEM) 2022-23.

Al analizar el caso español, este informe arroja dos conclusiones en apariencia contradictorias: “En educación universitaria estamos bien posicionados, con una puntuación bastante alta; pero estamos muy por debajo en educación emprendedora en la escuela (puesto 18 de 22). Hay una percepción social muy baja de lo que es la figura del empresario”, afirma Núñez. La tendencia, no obstante, parece ir en la dirección correcta: puede que ser funcionario sea la opción preferida, pero lo es mucho más para los mayores de 45 años (68 %) que para los jóvenes entre 18 y 24 (44 %). Según un estudio de 2023 de la Confederación Española de Asociaciones de Jóvenes Empresarios (CEAJE), el 30 % de los españoles quiere emprender a medio plazo (entre uno y cinco años), en un ranking que encabeza Andalucía (donde cuatro de cada 10 manifiesta interés por emprender), seguida de Madrid y Cataluña.

¿Qué es la educación emprendedora?

“Considero que en España, así como en gran parte de Europa, se sigue viendo el emprendimiento como una fórmula mágica para reducir el desempleo juvenil. Creemos que con incorporar una asignatura de emprendimiento, educación financiera o creación de empresas, la vena emprendedora se encenderá en todos nosotros [y no es así]”, sostiene Ainhoa Zamora, codirectora del grado LEINN (Liderazgo Emprendedor e Innovación), impulsado por TeamLabs y la Universidad de Mondragón. De emprendimiento saben mucho sus estudiantes, que desde el primer año crean una empresa real formando equipos, contactan con clientes reales, aprenden de sus errores y facturan un dinero que, además, les permitirá costearse, desde el segundo año, las distintas estancias en el extranjero que incluye su programa educativo.

Todo ello parte de una visión de lo que es la educación emprendedora que, advierte Zamora, puede no coincidir con la idea más generalizada: “Para nosotros, no hay una única manera de aprender a emprender, y por eso no puede haber una única manera de desarrollar ese conocimiento bajo un manual o asignatura específica”. “Hablar de educación emprendedora”, continúa, “es hacerlo de una serie de competencias, habilidades, formas de pensar y de actuar que nos capacitan para ser quienes queramos ser en nuestras vidas, más allá de la creación de una empresa o el liderazgo de un departamento concreto (que también)”. Se trata, por encima de cualquier otra cosa, “de emprender para aprender, que no de aprender a emprender. El matiz parece pequeño, pero no lo es”.

Competencias desde pequeños

¿Cuándo sería más conveniente empezar a formar en emprendimiento? Para Zamora, debería empezar a trabajarse en los primeros niveles educativos, “pero no con un prisma meramente empresarial, sino con el foco puesto en promover el hambre por el aprendizaje desde pequeños”; una afirmación con la que Núñez coincide plenamente: “En Primaria lo importante es trabajar las actitudes de emprendimiento, sobre todo aquellas que llevan a entender lo que es trabajar en equipo, tomar ciertos riesgos, asumir algunos roles de liderazgo, la inteligencia emocional, la proactividad y, sobre todo, la creatividad y la innovación”. Competencias y habilidades blandas a las que hay que sumar otras no menos importantes como la capacidad de entender el error, la gestión de la frustración y la perseverancia. “El miedo al error es una importante barrera para el espíritu emprendedor, como lo puede ser la llamada autoeficiencia, que es la percepción que tiene cada uno de su capacidad para lograr hacer cosas”, añade.

La naturaleza de la formación cambiará con el transcurso de los distintos niveles educativos, e irá incorporando conocimientos más técnicos de gestión, gestión de proyectos, presupuestos o eficiencia. “Para mí, [una educación emprendedora] debe incluir un conocimiento básico financiero: entender lo que es una cuenta de resultados o un análisis de cash flow (entrada de ingresos y gastos), porque muchas de las startups que empiezan se dan cuenta al poco tiempo de que se han quedado sin efectivo, y a lo mejor no pueden pagar la luz ni sus sueldos”, apunta Jesús Tapia, responsable de la aceleradora de la escuela de negocios ISDI. “Pero también ha de manejar metodologías de innovación fundamentales como el design thinking (pensamiento de diseño) o lean startup, que básicamente consiste en que, cuando lanzas una idea, diseñes experimentos para probar las hipótesis de negocio que has establecido”.

La educación emprendedora, insiste Tapia, ha de incluir conceptos que van desde lo micro hasta lo macroeconómico, con conocimientos que permiten analizar todo un sector o una compañía, estudiando tanto las debilidades y las amenazas como las fortalezas y las oportunidades: es lo que se conoce como DAFO; e incluso otros aspectos que van desde lo político, social y económico a lo tecnológico, lo legal y el entorno. Y, por supuesto, todo un conjunto de habilidades blandas como las ya mencionadas anteriormente, sin olvidar “aspectos como la empatía, la escucha activa, la lucha de los egos (el saber trabajar desde la humildad) y la capacidad de trabajar en un equipo de emprendedores, porque nunca se debería emprender solo: aunque tengas una idea, has de rodearte de gente que te ayude a implementarla”, esgrime. Para Zamora, “la oportunidad pasa por generar comunidades de aprendizaje y trabajar con aquellos que sean complementarios a ti, no que tú tengas que saber de todo”.

Ese espíritu colaborativo impregna también algunas de las iniciativas que desarrollan estas escuelas de emprendimiento. Así, TeamLabs ha venido colaborando con numerosos colegios e institutos, acercándoles talleres y charlas inspiracionales que tienen como objetivo trabajar metodologías de innovación y creatividad con sus alumnos. Algo parecido a lo que, desde el ámbito de la Formación Profesional, hace FP Pro: “Visitamos centros de enseñanza secundaria a los que acudimos para presentar talleres y casos reales de emprendimiento, dando protagonismo a la FP, porque es un itinerario perfecto para emprender”, añade José Amador Sancho, CLO y fundador. “Disponemos además de pequeñas aceleradoras en nuestros centros, donde los alumnos con proyectos viables se pueden alojar durante dos años, sufragando la escuela los gastos de estancia y las gestiones de apertura del negocio”.

Retos de la educación emprendedora

¿Cuáles son los principales desafíos a los que se enfrenta la educación en emprendimiento? Para Zamora, el mayor de ellos pasa por entender que esta nunca debe concebirse como una única asignatura o como la salvación al desempleo juvenil, pero también por tener muy presente la importancia del aprendizaje en comunidad, algo que “forma parte de nuestro ADN. Tanto nuestros laboratorios como los equipos que los componen se insertan en una ciudad, y actúan como catalizadores de proyectos e iniciativas innovadoras que refuerzan el tejido social y empresarial allí donde están”.

Núñez, mientras, incide en la necesidad de mejorar la formación del profesorado que imparte asignaturas relacionadas con el emprendimiento, dotándoles de un mayor conocimiento y comprensión acerca de su papel como motor social y económico. “Es triste oír que la mayoría de nuestros jóvenes quieren ser funcionarios y tener un puesto de trabajo asegurado. Sabemos que eso no es posible, y que hace falta iniciativa para desarrollar y crear nuevas empresas; eso es el motor de la economía, de la innovación y del progreso de cualquier sociedad. Por lo tanto, necesitamos que estos profesores traigan referentes a las aulas e inspiren a los jóvenes”.

De Primaria a Secundaria, a la Formación Profesional o la universidad, porque no en vano la mayoría de ellas cuenta ya hoy con aulas y laboratorios de emprendimiento, y más allá, con la labor que realizan las aceleradoras en los distintos ecosistemas de emprendimiento. Entornos en los que, concluye Tapia, “hay que saber asesorar al emprendedor, sobre todo en los primeros años: asesoramiento, formación y acompañamiento, ayudándole a conectar con el ecosistema, con los inversores, los ángeles, los proveedores tecnológicos... Y que así puedan escalar sus ideas”.

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Sobre la firma

Nacho Meneses
Coordinador y redactor del canal de Formación de EL PAÍS, está especializado en educación y tendencias profesionales, además de colaborar en Mamas & Papas, donde escribe de educación, salud y crianza. Es licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Valladolid y Máster de Periodismo UAM / EL PAÍS

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