‘Las Babys’ de Aitana, o cómo reciclar un clásico sin meterse en un jardín legal
Los sellos discográficos suelen firmar acuerdos de licencias para cubrirse las espaldas frente a demandas millonarias
El último tema de la cantante Aitana, Las Babys, está llamado a convertirse en uno de los hits de verano. Y es que el sencillo incluye parte de Saturday Night de Whigfield, la conocida canción de los años noventa cuyo peculiar baile a ritmo del “dee dee na na na” triunfó en discotecas y celebraciones. Las referencias son tan claras que no ha faltado quien se ha preguntado directamente si se trata de un plagio. Sin embargo, pese a que la discográfica (Universal Music) no se ha pronunciado, es razonable pensar que con la reinterpretación de Aitana se ha dejado todo bien atado para respetar los derechos de propiedad intelectual en liza. Lo normal es que estos acuerdos sean confidenciales y que solo salgan a la luz cuando hay un pleito de por medio.
El uso de fragmentos de canciones como homenaje, gancho comercial o discurso creativo es más habitual de lo que parece y tiene su expresión máxima en la técnica del sampleo o sampling. El sample (muestra en inglés) consiste en hacer una suerte de “corta y pega de una grabación en otra”, explica Santiago Bernal, asesor legal IP & IT en Sympathy for the Lawyer, bufete especializado en música. La edad de oro del sampling suele situarse en los últimos años de la década de los ochenta y primeros de los noventa, apunta Javier de Torres, abogado especialista en propiedad intelectual. “Su desarrollo y esplendor se vincula a la cultura del hip hop y a grupos como Public Enemy o Beastie Boys. Cada uno tomaba lo que quería y hacía su collage sonoro a voluntad”, cuenta el jurista.
Aquellos discos icónicos, destaca Bernal, serían totalmente inviables hoy en día. Para reutilizar legalmente el más mínimo fragmento o fonograma (grabación) original reconocible y evitar una demanda millonaria se necesita permiso del titular o titulares de la obra y negociar las licencias de uso pertinentes. En el caso del sample, para utilizar la composición (cuyos derechos de explotación suele poseer la editorial) y la grabación (propiedad de la productora, normalmente la discográfica). Un proceso que, dependiendo del caso, puede llegar a ser muy complejo y costoso y en el que los artistas menos conocidos, apunta el productor musical y dj Andrés de las Heras Drummie, juegan con desventaja.
Como explica el jurista Jacobo Teijelo, del bufete Legal & Arts (abogados culturales), con los contratos de licencias se firma normalmente el pago de unas “tarifas o regalías” para las que no existe baremo previo. En la práctica, apunta Javier de Torres, se usa un “criterio de mercado” y se piden unos royalties o porcentajes. Si hay una pluralidad de partes, añade Santiago Bernal, suele incluirse una “cláusula de nación más favorecida” mediante la cual todas las ofertas se igualan por arriba.
Ahora bien, en derecho casi siempre hay matices. En primer lugar, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha suavizado la regla de que siempre que se reproduce algo hay que pagar. En 2019, el caso Pelham enfrentó al dúo de música tecno alemán Kraftwerk contra la sociedad Pelham GmbH por la utilización de un fragmento de dos segundos en la canción Nur Mir. El tribunal aclaró que “se considera reproducción todo aquello que sea reconocible, independientemente de la extensión de la muestra”, indica Teijelo. Por lo tanto, si no es identificable o el artista la distorsiona hasta ese punto, no se vulnera el derecho del dueño del fonograma.
Los expertos coinciden en que el caso de Las Babys no es un sampleo sino una reinterpretación de la melodía original del tema de Whigfield. Por tanto, explica Bernal, “han tenido que conseguir una autorización para su adaptación o transformación”. Pero, por otro lado, al no existir un copia y pega, “no habría que pagar por el uso del fonograma”, aclara el experto.
En segundo lugar, no siempre que se utilizan algunos compases de una canción o un ritmo característico se necesita aprobación. El artista será libre cuando dicho uso encaje en alguna de las excepciones a la propiedad intelectual prevista en la ley de 1996. Por ejemplo, la parodia o la cita. Y ahí es donde se abre el melón de la casuística.
Guiños
En ese campo, uno de los casos más paradigmáticos fue el de Aserejé, un tema de 2002 cuyo estribillo es una interpretación fonética de unos versos de Rapper’s Delight del grupo Sugarhill Gang. En 2010 un juzgado de lo mercantil de Madrid sentenció que la canción de Las Ketchup era original y que no había que indemnizar a los dueños del sencillo de hip hop publicado en 1979. Para el juez, el compositor introdujo una “cita o evocación mínima” de Rapper’s, lo que suponía un fair use (libre uso) de la obra precedente. Un concepto “cajón de sastre” importado de EE UU que no existe en España. Y es que la cita en la ley nacional es un traje muy estrecho que exige “fines docentes o de investigación” al que la jurisprudencia del caso Pelham ha ensanchado las mangas al admitir que pueda consistir en “una confrontación intelectual”.
En opinión de De Torres, el viento juega a favor del sampleo y del diálogo entre obras. Si las circunstancias lo permiten, señala, el músico puede refugiarse en la cita o “guiño”. Lo que en el mercado anglosajón se conoce como “interpolación” del que está lleno, por ejemplo, el último disco de Beyoncé (Renaissance). Como resume Drummie, “el refrito y el remix son una gran parte de la identidad sonora de nuestra generación, tan marcada por la nostalgia”.
El 'copyright' de las letras
Hay canciones que interpolan frases de otras anteriores. Es el caso de Corazón sin vida de Aitana y Sebastían Yatra. “Para qué me curaste cuando estaba herida si hoy me dejas de nuevo un corazón sin vida” es casi idéntica a la expresión utilizada por Alejandro Sanz en Corazón partío. En estos casos hay que pedir autorización y licencia de uso. Por el contrario, explica Jacobo Teijelo (Legal & Arts), no tienen protección letras o conceptos de uso común y que carecen de la suficiente originalidad como, por ejemplo, la expresión “ganar la lotería” empleada por Camilo en Índigo y por Yatra en Tacones Rojos.
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