Luz Casal: “Tengo el ego bajo llave”
Tras un tiempo de silencio, la cantante vuelve con el disco ‘Que corra el aire’
Lo único que apabulla de Luz Casal es su voz al cantar. Ese trance en el que esta mujer con el habla leve y el esqueleto fino de las falsas frágiles se transfigura en lo que ella quiera hacernos creer que es: amante o amada, víctima o verdugo, cisne o patita fea. Empezamos bromeando por la coincidencia entre su nombre y el mío y acabamos hablando de lo humano y lo humano, porque de lo divino ya hablan los curas. Con el pelo negro más largo que nunca después de la desnudez de su cráneo tras el cáncer, el contraste entre su piel blanca y su rojo de labios es una declaración de principios.
Luz, ¿le gusta su nombre?
Sí, mucho más que Dorotea. Lo normal era llamarse Carmen o Dolores. Pero no fue fácil al principio. Querían un nombre artístico y no cedí. Me pareció que en Luz entrábamos todos, que era como el nombre de una banda.
¿Las palabras son música?
Eterna principiante
Así dice sentirse María de la Luz Casal Paz (La Coruña, 1958), a pesar de sus casi 40 años de carrera y de su bombazo mundial con ‘Piensa en mí’ de Agustín Lara en ‘Tacones lejanos’, de Almodóvar. Tras un tiempo de silencio, vuelve con el disco ‘Que corra el aire’.
Lo son todo. Tienen personalidad, sonoridad, y las colocas distinto en tu cabeza y en tu garganta. Ni canto ni siento igual en español que en francés que en chino.
¿Por qué canta?
Por necesidad. Cantar es mi forma de comunicarme. Hablar me cuesta: escribir, menos, cantar, nada. Prefiero estar en una esquina y vivir a través de los otros, porque ese es el alimento con el que compongo y canto.
O sea, que es una mirona.
Sí, pero no cotilla. La vida privada de la gente no me interesa.
Pero su música habla de pasión, algo privado por definición.
Cotillear es como limpiar el suelo. No es que yo no lo limpie, porque lo ensucio, pero yo hablo y canto sobre asuntos elevados.
La pasión puede ser sucia.
La suciedad no es lo que ves, sino cómo lo interpretas. Y el sexo puede ser un acto más carnal, más animal, si quieres, más bajo, sí, pero siempre es elevado.
Me da que no le va la lisonja.
No, soy muy pudorosa.
¿Cómo lleva entonces que le llamen de diva para arriba?
Yo sé cuando estoy bien, cuándo emociono. Hay que tener cuidado, y más en este oficio en el que la gente, o porque se emociona, tiende a la hipérbole. Necesito el aplauso, pero con medida.
¿Es Piensa en mí un clásico?
Sé de la importancia de esa canción, sé de su poder. Las canciones las elijo y las canto y las grabo yo con quien quiero y donde quiero. Soy una privilegiada, pero por eso he de tener cuidado con la autocomplacencia. Para mi ego es más que suficiente.
De autoestima bien, entonces.
El ego lo tengo bajo llave. Me siento una persona aún en desarrollo y con cada disco, me siento una principiante. No tengo soltura para la mentira, así que no me miento a mí misma ni al resto.
A veces una mentira consuela.
Esa canción la llevo oyendo toda la vida. Discrepo. Si tienes que mentirme, prefiero abrir la puerta e irme. Soy transparente, debe de ser por este dichoso nombre.
Conoce el dolor del cuerpo y, supongo, del alma. ¿Cuál es peor?
El físico se olvida, el otro puede que no. Hay gente con heridas que no terminan de cicatrizar, que no se curan nunca.
¿Desamor, traición, pérdidas?
Fíjate, creo que sobre todo las que se producen en la infancia. Los males de amor siempre se pueden paliar con otro.
¿Qué fue de Rufino?
Sigue ahí. Me lo pide incluso gente que no había nacido cuando empecé a cantar esa canción. Ese es el misterio de la música.
¿Qué es ser singular?
El conocimiento de uno mismo. Si tú te ves diferente y los demás te demuestran que eres diferente, hay que aprovecharlo.
¿Cómo se hace para poner a la gente la carne de gallina?
No sé, yo ofrezco mi voz, mis sentimientos, mis propósitos, mi verdad, mis obsesiones. Si eso traspasa, me siento recompensada.
¿Se emociona cantando?
Sí, pero en situaciones apretadas, me da coraje sentirme frágil, y me como las lágrimas. Me gusta sentir que puedo con casi todo.
¿Por eso ese rojo de labios?
Un poco. Me los pinto hasta para estar en casa. Espero irme al otro barrio con los labios rojos, por si alguien se atreve a mirarme y decir, “ay, qué tristeza”.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.