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Palacio de Buenavista
Sede del Cuartel General del Ejército de Tierra
El Palacio de Buenavista, en la actualidad sede del Cuartel General del Ejército de Tierra, está situado en pleno barrio de Justicia, dentro del distrito Centro de Madrid, enmarcado entre las calles Alcalá, Prim, Barquillo y el Paseo de Recoletos. Forma parte, junto con el Palacio de Linares (Casa de América), el Palacio de Telecomunicaciones (Ayuntamiento de Madrid) y el Banco de España, de un esplendoroso conjunto arquitectónico en torno a la célebre fuente de la diosa Cibeles.
La primera edificación data del siglo XVI, cuando el arzobispo de Toledo, D. Gaspar de Quiroga regala la propiedad a Felipe II. El Rey Felipe III lo recibe en herencia de su padre habitándolo esporádicamente y finalmente vendiéndolo. Desde entonces tiene diversos propietarios hasta que en 1777 la XIII duquesa de Alba, María Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, junto con el arquitecto Juan Pedro Arnal, construye el nuevo palacio con su actual diseño neoclásico.
Vinculado al Ejército desde 1816, en principio como Museo Militar, pasa a ser Ministerio de la Guerra en 1847, del Ejército en 1939 y de Defensa desde 1977 hasta 1981.
Testigo de buena parte de la historia de España desde el siglo XVI, ocuparon Buenavista personajes principales de la misma como la ya mencionada XIII Duquesa de Alba, el General Espartero (regente del Reino), General Prim (que fallece en él tras sufrir un atentado), D. Miguel Primo de Rivera (Presidente del Directorio militar) y D. Manuel Azaña (que fue Ministro de la Guerra y más tarde Presidente de la II República)
Sus salones, decorados con hermosos tapices y alfombras procedentes de la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, fundada en 1720 por Felipe V, conservan el sabor y el buen gusto de las personalidades que lo habitaron.
De sus paredes cuelgan pinturas de grandes maestros; de sus techos, lámparas de la Real Fábrica de La Granja; y sobre sus muebles, estilo Luis XV, XVI e Imperio, reposan ricas porcelanas junto con una impresionante colección de relojes que nos marcan el inexorable paso del tiempo.
Testigo de los grandes acontecimientos de nuestro país, recorrer las estancias de este palacio, importante centro de poder, es hacer un largo viaje por la historia de España y del Ejército.
Les invitamos a conocer más a fondo el Palacio de Buenavista:
Vista General del Palacio
Salas del palacio
Desde que, a principios del siglo XVI, el Arzobispo de Toledo, Primado de las Españas e Inquisidor General del Reino, Gaspar de Quiroga, levantara una casona-palacio sobre los terrenos conocidos como altillo de Buenavista, esta propiedad ha sido residencia de reales e Ilustres personajes de nuestra Historia.
Tras el traslado de la corte a Madrid en 1561, el Rey Felipe II y su cuarta esposa, Ana de Austria, usarán esta propiedad, donada por el arzobispo, como casa de campo, recreo y descanso mientras se realizan las obras de acondicionamiento del Real Alcázar.
A su regreso a España después de quedar viuda del Emperador Maximiliano II, la Emperatriz María de Austria, hermana de Felipe II, vivirá en el palacio junto a su hija Margarita.
Tras su muerte, en 1603 la propiedad pasará al Rey Felipe III, que la utilizará esporádicamente como casa de campo, hasta que finalmente, inclinado su gusto por otros palacios como El Escorial o Aranjuez, quedará relegada al olvido, siendo vendida en 1609 a Don Diego de Silva y Mendoza, Marqués de Salinas.
Plano de Texeira
La propiedad pertenecerá a esta familia durante casi ciento cincuenta años, perdiéndola finalmente en 1744 por problemas económicos, momento en que será adquirida por la Congregación de San Ignacio de Loyola para realizar labores benéficas y de enseñanza entre las personas necesitadas procedentes de las tres provincias vascas.
Años más tarde, desde 1753, Zenón de Somodevilla y Bengoechea, Marqués de la Ensenada y valido del Rey Fernando VI, será su nuevo propietario hasta que, desterrado a Granada por el Rey, la venderá en 1759 a Isabel de Farnesio, madre del futuro Rey Carlos III.
Tras la muerte de ésta en 1766, adquirió la propiedad el XII duque de Alba, Fernando de Silva y Álvarez de Toledo, que la amplió significativamente comprando terrenos colindantes y proyectando, junto con el arquitecto Ventura Rodríguez, grandes reformas que nunca llegaría a ver culminadas.
Pero es en 1777 cuando su nieta, la XIII duquesa de Alba, María Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo, junto con el arquitecto Juan Pedro Arnal, construye el nuevo palacio con su actual diseño neoclásico.
Después de la temprana muerte de la duquesa sin herederos directos, y no existiendo una buena relación con su familia, donará la propiedad a sus más íntimos amigos y criados más cercanos. Durante este periodo el Ayuntamiento de Madrid la intenta comprar, consiguiéndolo finalmente en 1807, cinco años después de la muerte de la duquesa.
Pero pronto volverá a encontrar poderosos inquilinos, pues el ayuntamiento regalará la propiedad al valido de Carlos IV, Manuel Godoy, «Príncipe de la Paz», que, aunque deja huella de su paso por el palacio con importantes reformas, nunca llegará a habitarlo, pues tras motín de Aranjuez el 18 de marzo de 1808 caerá en desgracia perdiendo gran parte de sus propiedades, incluido este palacio.
Con la llegada de las tropas napoleónicas a Madrid (abril de 1808), el mariscal Joachim Napoleón Murat, cuñado de Napoleón, elegirá el Palacio como cuartel general de sus tropas, acampadas en Madrid. Durante su corto reinado José I Bonaparte intentará sin éxito dedicar el palacio a acoger un museo de Pinturas.
Proyecto de museo de pinturas en 1814
Terminada la Guerra de la Independencia Española en 1814 habrá un intento de cesión del edificio por parte del Rey Fernando VII a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando para convertirlo en el Museo Fernandino, «una galería de pintura, estatuas, planos y de más bellezas artísticas, así como para la enseñanza y aprovechamiento de los discípulos y profesores, satisfaciendo la noble curiosidad de naturales y extranjeros, dando a España la gloria que tan justamente se merece». Finalmente, este hecho no llegará a buen término, instalándose dicha galería en el Paseo del Prado, origen del actual museo que lleva su nombre.
En 1816, y gracias a las gestiones realizadas por el Almirante Luis María de Salazar se publica la R.O. de 8 de Marzo por la que se autoriza la instalación del Real Museo Militar en el palacio de Buenavista, tomando posesión del mismo, el Teniente General Excmo. Sr. D. Joaquin Navarro Sagrán, Conde de Casa-Sarria, Jefe de la Escuela de Artillería, que encontrará un edificio con alto nivel de deterioro. Posteriormente, en el año 1827, el Museo se dividirá en dos: El Real Museo de Artillería y Museo Real del Cuerpo de Ingenieros.
Años más tarde, en 1841, el general Espartero, Regente del Reino durante la minoría de edad de Isabel II, se alojará en la propiedad, cambiando de ubicación el Museo, que se instalaría en el salón de Reinos del Casón del Buen Retiro. Al marchar el general hacia el exilio en Inglaterra dos años después, el palacio será destinado a otros usos, hasta que en 1847 se convierte en Ministerio de la Guerra.
En 1860 se construyen las alas que dan paso al patio grande (o Patio de Armas), que queda cerrado en 1876, quedando tal y como ahora le contemplamos.
Durante los años venideros, y ya como Ministerio de la Guerra, el edificio será ocupado por insignes personajes, entre los que cabe destacar al general Juan Prim i Prats, Ministro de la Guerra y Presidente del Gobierno, que moriría en él el 30 de diciembre de 1870 en este mismo palacio a consecuencia de las heridas sufridas tres días antes por un atentado en la calle del Turco (actualmente Marqués de Cubas).
El Palacio como Ministerio de la Guerra
Con el advenimiento de la I República, en 1873, se continuó utilizando como Ministerio de la Guerra, dirigiéndose desde él las gue¬rras de Cuba, la Cantonal o la III Guerra Carlista.
En 1923 y con el General Primo de Rivera, otro de sus inquilinos, cambió su hasta entonces denominación de Ministerio de la Guerra por la de Ministerio del Ejército.
El mismo día de la proclamación de la II República, 14 de abril de 1931, Manuel Azaña se hizo cargo del palacio como Ministro del Ejército. Posteriormente, como Presidente del consejo de Ministros también residiría en él.
Durante la Guerra Civil de 1936-1939 se estableció en el palacio de Buenavista la Junta de Defensa de Madrid, presidida por el General Miaja.
Una vez finalizada la guerra se hizo cargo del edificio el general Varela, como Ministro del Ejército, llevándose a cabo las últimas reformas importantes. Entre ellas cabe destacar la construcción de un piso sobre la cornisa original obra del arquitecto José Laguna Fabia (1941-42), y el conjunto arquitectónico interior del frontispicio, obra del escultor Aniceto Marinas.
En 1977 el palacio se transformó en Ministerio de Defensa. Durante este periodo fueron sus titulares el General Gutierrez Mellado, Agustín Rodriguez Sahagún y Alberto Oliart Saussol.
Finalmente, en 1982, con el traslado del Ministerio de Defensa a su ubicación actual, en el paseo de La Castellana, se transformó en Cuartel General del Ejército de Tierra, lo que sigue siendo en la actualidad.
Vista de la escalera
Vestíbulo
La Escalera de honor realizada en 1824 por el arquitecto Antonio López Aguado por encargo del Ejército es la entrada principal al palacio.
De un solo tiro, con dos descansos intermedios, sus peldaños son de una sola pieza en granito, al igual que las cuatro imponentes columnas de orden toscano que encontramos cuando ascendemos por ella. La balaustrada realizada en jaspe gris es, sin duda, uno de los elementos más destacados de esta escalera. Sobre los pedestales que le dan inicio reposan dos candelabros de bronce originarios de 1882, año en el que se instaló en el palacio la luz eléctrica, siendo uno de los primeros edificios públicos de Madrid en dotarse de la nueva energía.
El final de la escalera, rematada con dos pedestales sobre los que descansan sendos jarrones de bronce fundidos en la Real Maestranza de Artillería de Sevilla en 1880, nos da acceso al vestíbulo o distribuidor.
La parte frontal del vestíbulo está decorada con un excelente tapiz del siglo XVII titulado Victoria de Tito, perteneciente a la serie Tito y Vespasiano procedente de los fondos del Museo Nacional del Prado. En una de las esquinas de la estancia y sobre un pedestal encontramos de un magnifico busto del Gran Capitán realizado en bronce pavonado sobre una escultura original de Amutio (Museo del Ejército). A ambos lados y sobre sendas mesas estilo imperio se posan dos relojes franceses siglo XIX pertenecientes a la colección del palacio que cuenta con ochenta y siete relojes de distintos estilos y procedencias.
Las paredes del vestíbulo, revestidas con mármol, están decoradas con columnas de orden jónico.
Frente al vestíbulo y sobre la escalera se puede ver una pequeña corona de laurel dorada rodeada por nombres de batallas libradas por el Ejército español a lo largo de su historia, un homenaje a todos nuestros caídos.
Obra de Federico de Madrazo (Foto:DECET)
Es la primera estancia que encontramos en el recorrido por el palacio y el lugar de trabajo habitual de los ayudantes del Jefe de Estado Mayor del Ejército que tiene su despacho contiguo.
Su decoración, estilo Carlos IV, nos muestra un techo liso adornado en las esquinas por medallones dorados con bustos de mujer, del centro cuelga una lámpara en bronce y cristal estilo isabelino realizada por la Real Fábrica de Cristales de La Granja. Sobre una de las dos cómodas, de madera de caoba, encontramos un peculiar reloj de cuerpo prismático de mármol negro decorado en su parte frontal con un friso de figuras en relieve de clara influencia clásica y sobre el que reposa la figura de un geógrafo ataviado con un traje del siglo XVI.
Sobre la mesa estilo rococó situada en el centro de la sala, reposa la figura de un coracero a caballo.
Pero sin duda lo más sobresaliente de este sala son los cuatro retratos que cuelgan de sus paredes: Felipe V obra de su pintor de cámara Van Loo, Luís I de Jean Ranc, Carlos IV anónimo de la escuela Madrileña, e Isabel II sosteniendo en su regazo a la infanta Isabel «la Chata», obra de Federico Madrazo, pintor romántico de principios del siglo XIX.
Vista general
Vista General
Vista del techo
El despacho de trabajo del Jefe de Estado Mayor del Ejército Español está presidido por un retrato del actual monarca Felipe VI.
Cuenta con techos decorados con escenas clásicas, de cuyo centro cuelga una lámpara de bronce dorado en forma de araña estilo Fernando VII que data de la primera mitad del siglo XIX.
El lienzo Entrada triunfal en Madrid del Ejército de África, de Joaquin Sigüenza y Chavarrieta, cubre gran parte de una de las paredes del despacho, y evoca la victoria del Ejército español en la guerra de África librada por en 1860.
De otras dos paredes cuelgan sendos cuadros con escenas de batallas obra del pintor Esteban March.
Sobre una de las mesas encontramos un reloj de la época de Alfonso XII fabricado en Francia. Destacan en su composición dos figuras sedentes que representan a dos soldados con armaduras del siglo XVI. Acompañan al reloj dos candelabros de guarnición con similar temática.
En una de las esquinas del despacho se sitúa un reloj de pie, realizado en madera de roble americano.
Vista panorámica (Foto:DECET)
La caza del jabalí de Goya
Decorado con ricos tapices confeccionados por la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, los cartones en los que se inspiran fueron pintados por algunos de los más afamados pintores de la época como Andrés de la Calleja, Van Loo, Guillermo de Anglois, Antonio González Velázquez, Antonio González Ruiz o Matías Téllez, que se inspiraron en escenas costumbristas flamencas obra del autor flamenco del siglo XVII, David Teniers.
En uno de los laterales del salón descubrimos un tapiz diferente a todos los anteriores. Su título es La Caza del Jabalí y pertenece a una serie de temática cinegética confeccionado durante el reinado de Carlos III, para las estancias del príncipe de Asturias en el Real Sitio de El Escorial. Tiene un singular valor, pues nos encontramos ante un tapiz inspirado en el primer cartón del pintor Francisco de Goya.
Del techo, de inspiración neoclásica, decorado con ánforas y guirnaldas, cuelga una lámpara de bronce y cristal estilo isabelino.
Los suelos, como gran parte de los salones del palacio, están cubiertos por alfombras confeccionadas también en la Fábrica de Tapices.
Continúa la colección de relojes, destacando en esta estancia una pareja de ellos casi idéntica con la figura del Zar Alejandro I.
Vista general
Niños jugando al toro de Ramón Bayeu
Conocido en otra época como «el Salón Amarillo», su nombre actual hace alusión al preclaro pintor Francisco de Goya y Lucientes, en cuyos cartones están inspirados la mayoría de los tapices que cuelgan de esta estancia. Pero no podemos olvidar a otros autores, cuyos cartones sirven de modelo para el resto de los tapices que engalanan las paredes de este salón como Ramón Bayeu, José del Castillo o Zacarías González Velázquez.
Con todo, el más espectacular de los tapices que cuelgan de estas paredes es La Era o El Verano, perteneciente a la serie denominada Las Cuatro Estaciones y otras escenas Campestres y que fue confeccionado en hilos de plata, seda y lana como «pieza de conversación» del Palacio Real de El Pardo, durante el reinado de Carlos III. Es el mayor tapiz que tiene como modelo un cartón de Goya.
La mesa situada en el centro del salón estilo imperio ha sido utilizada históricamente a lo largo del siglo XIX y principios del XX para reuniones del ministerio de la Guerra y, en ocasiones, del Consejo de Ministros. En ella celebró su último consejo el Rey Alfonso XIII, antes de partir al exilio, y Manuel Azaña el primero de la II República.
El techo muestra una ornamentación de tono neoclasicista, con decoración de «amorcillos» luchando con animales.
Del mobiliario destacan dos consolas de estilo Carlos IV con sencillas labores talladas, sobre las que reposan sendos relojes de estilo segundo imperio representando parejas de enamorados.
Vista general (Foto:DECET)
Detalle del techo
Durante más de un siglo fue despacho del Ministro de la Guerra, del Ejército, o de Defensa (según la época). En la actualidad es utilizado para audiencias solemnes.
De estilo imperio, con techos estilo pompeyano ricamente ornamentados, tiene su origen en la época en que el propietario del palacio fuera Manuel Godoy. Está suntuosamente decorado con paredes enteladas y madera de caoba, destacando las figuras mitológicas situadas por encima de las puertas.
Sobre la chimenea estilo Luis XVI, adornada con piedras semipreciosas, reposa un reloj de bronce con representación de soldados españoles del siglo XIX. Más arriba, por encima del espejo y formando un conjunto, podemos apreciar un pequeño busto dorado de Manuel Godoy, engalanado con atributos de distinción (El Toisón de oro, corona ducal y una nave, por su condición de Almirante General).
Dentro del mobiliario encontramos dos piezas sobresalientes. Una mesa, cuyo tablero está datado en época de Felipe V, y que pudo ser usado por el Rey, y un diván en el que se le practicaron las primeras curas al General Prim tras el atentado que sufrió en la calle del turco (hoy Marqués de Cubas) y que finalmente le costaron la vida. La tapicería ha permanecido intacta desde aquel fatídico día como homenaje al insigne general.
Sala de las batallas (Foto:DECET)
Escena de cuadro de Esteban March(Foto:DECET)
Espléndida estancia a la que dan nombre cuadros con escenas de batallas de la Guerra de los treinta años que cuelgan de sus paredes, obra de los pintores
Esteban March y Manuel Miranda y Rendón o La Vicalvarada de José Carot.
También se le conoce como el salón de las Conchas por la decoración de su techo, en cuyas esquinas podemos apreciar cuatro veneras enmarcadas en palmas doradas bajo las que se muestran cada uno de los distintivos de las órdenes militares medievales.
Sobre una mesa estilo Luis XV situada en el centro de la sala se erige una escultura ecuestre del Rey Carlos III, obra del autor contemporáneo Sergio Blanco.
El grandioso espejo enmarcado en finos detalles de marquetería dorada, esconde un curioso ascensor oculto, que fue blindado durante la II República.
Completa la decoración una lámpara dorada estilo isabelino y un par de espejos venecianos.
Un recóndito pasillo de esta sala guarda un cuadro titulado Acto de devoción de Rodolfo I de Hansburgo perteneciente a la escuela de Rubens.
Vista general (Foto:DECET)
Retrato de Fernando VII de Goya (Foto:DECET)
Esta estancia se nos descubre como uno de los más elegantes y suntuosos rincones del palacio. Está cubierta por una airosa bóveda de medio cañón con casetones de motivos vegetales dorados sobre fondo blanco. En los frontales se representan figuras clásicas marmóreas y del techo cuelga una lámpara estilo imperio.
A ambos lados de la cristalera que da paso al salón Quijote encontramos dos cartones obra del pintor Zacarías Gonzalez Velázquez y, frente a ellos, dos retratos de Fernando VII. El situado a la izquierda, obra del genial pintor aragonés Francisco de Goya, representa al monarca en su juventud, mientras que el de la derecha, pintado por Vicente López Portaña veinte años más tarde, nos revela un rey más maduro.
Rodeando la puerta que nos conduce al salón de Embajadores encontramos dos tapices cuyos autores son Guillermo de Anglois y José del Castillo.
Flanqueando la entrada al comedor de gala, y entre columnas negras con capiteles dorados, completan el ornato dos bustos femeninos del siglo XVIII, obras del escultor genovés Francesco María Schiaffino, al gusto de María de Medicis, alojados en hornacinas aveneradas.
Del mobiliario destacan un par de «entredós» sobre los que descansan dos jarrones de porcelana de Sèvres.
Vista general
Detalle del tapiz
Utilizado para actos de gala o especial relevancia, fue conocido en el siglo XIX con el nombre de salón «Verboo» en homenaje al Marqués y célebre ingeniero español de ese mismo nombre.
De estilo imperio, preside el comedor un espectacular tapiz titulado El Desafío del Vizcaíno y Aventuras de los Molinos, perteneciente a una serie de El Quijote inspirada en cartones de Andrea Procaccini (Director de la Fábrica de tapices del Vaticano) y su discípulo Doménico Sani.
En el techo podemos observar un calado a modo de celosía con labores de inspiración renacentista, del que cuelga una lámpara de cristal con adornos de palmetas y liras en bronce dorado estilo imperio.
El mobiliario es estilo Fernando VII. Destaca un biombo del siglo XVII remozado a finales del siglo XIX y en el que podemos observar grabadas las iniciales del Rey Alfonso XII y su primera esposa María de la Mercedes.
Sobre la consola descansa un reloj francés estilo Luís XVI, que presenta la peculiaridad de que la numeración de las horas está grabada con números romanos y la del minutero en arábicos.
Vista general
Da nombre a esta pieza la serie de tapices tejidos con hilos de seda y lana confeccionados en la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara a mediados del siglo XVIII en el periodo que se trasladó a la ciudad de Sevilla. Reproducen cartones de Andrea Procaccini y su discípulo Doménico Sani cuya temática son escenas que nos describen pasajes de la primera parte del célebre libro de El Quijote, donde la pluma del insigne Miguel de Cervantes inmortalizara al famoso hidalgo manchego.
En el techo, ricamente decorado al estilo pompeyano, destaca un pañuelo de encaje en el centro. Ilumina el salón una impresionante lámpara estilo imperio.
Sobre la chimenea, de mármol blanco, y estilo Luís XV descansa un reloj de mármol estilo Luis XVI, con dos amorcillos de bronce dorado y un ánfora de porcelana azul de Sèvres.
Históricamente este salón es conocido por ser el lugar donde la viuda del general Prim recibió el pésame de Amadeo I de Saboya, tras su proclamación como rey de España.
Retrato del General Prim
En otra época saleta de música, recibe su nombre del insigne General Juan Prim y Prats, quien preside la estancia con un magnifico retrato de Enrique Esteban y Vicente.
Acompañan en la decoración de las paredes un cuadro de Isabel II obra de Mariano Quintanilla y otro, también atribuido a Enrique Esteban y Vicente, en el que destaca el general Prim a caballo cargando sobre las posiciones enemigas al frente de los voluntarios catalanes y del batallón de Alba de Tormes, en la célebre batalla de Tetuán (1860).
Dentro de la colección de relojes del palacio, en este salón encontramos dos muy especiales, por ser los más antiguos (siglo XVIII) y lo únicos de origen inglés: uno, de Higgs y Evans, sobre la chimenea; el otro, de John Taylor, de caja alta.
Destacan también dos esculturas en bronce: Alegoría de la Primavera, del francés Rodón Faure y Busto de Mujer, de Miguel Blay.
Vista general
Vista general(Foto:DECET)
Alfonso XII de Gandarias (Foto:DECET)
Nos encontramos ante el más espacioso y airoso de los salones del palacio. Decorado con paredes ricamente enteladas en un rojo vivo, que contrastan con puertas lacadas en blanco y adornos dorados de lenguaje clasicista, destaca la bóveda que ocupa el amplio espacio central y que presenta casetones fingidos de conseguida perspectiva. A ambos lados de la bóveda encontramos representaciones del Ejército y la Marina a través de grandes personajes de su historia.
Se puede definir como «espectacular» la lámpara principal, de dos pisos en bronce dorado, y ornamentada con leones, dragones y «trofeos militares».
Sobre la consola central, y guarnecido por candelabros de temática similar a la lámpara principal, reposa un grandioso reloj de estilo francés engalanado con estandartes y antiguos escudos de los reinos de España.
En las consolas laterales, y guarnecidas con el mismo estilo de candelabros, se sitúan dos estatuas ecuestres, una de Alfonso XIII, obra de Mariano Benlliure, y la otra de Alfonso XII, de Justo de Gandarias.
Cuelgan de la pared principal dos retratos de los reyes españoles Carlos III, atribuido a la escuela de Maella, y Juan Carlos I, obra del pintor valenciano Alfredo Enguix.
Sobre la chimenea, de mármol blanco, reposa un reloj francés en mármol azul de la primera mitad del siglo XIX, guarnecido por dos candelabros de peana de bronce y jarrón de porcelana de Sèvres con adornos vegetales en dorado y escenas pastoriles en los medallones ovalados.
El valor de Alcoberro (Foto:DECET)
Vista desde la fachada (Foto:DECET)
Catalogado por la Comunidad de Madrid como parque histórico y jardines de interés cultural, su diseño actual, un proyecto encargado al Brigadier José María Aparici, se remonta al año 1870.
A ese mismo año corresponde el cerramiento de los jardines mediante una verja diseñada por el afamado cerrajero que trabajara para la Casa Real, Bernardo de Asins. La puerta principal de las que se abren a la calle Alcalá, conocida como «de Embajadores» se engalana en su cénit con un conjunto artístico en bronce presidido por el escudo del Ejército de Tierra, al que flanquean el Dios Marte y la Diosa Minerva.
La gran variedad de árboles procedentes de los cinco continentes, muchos de ellos centenarios, hacen de este jardín una verdadera joya botánica. Un paseo por su interior nos descubre especies como el cedro de Líbano o del Atlas, tejo de Irlanda, secuoya californiana, pinsapo, castaño de indias, árbol de Júpiter, pino de París, arce negundo, camelia japónica, magnolia grandiflora, palmera canaria, cerezo, lilas y un sinfín más de variedades. Cabe resaltar la presencia de un ginkgo biloba con más de ciento cuarenta y cinco años de antigüedad. Un ejemplar único que probablemente sea uno de los más antiguos del país.
Pero no solamente encontramos arboleda y vegetación en estos espléndidos jardines. Desde un punto de vista escultórico cabe resaltar el vaciado al bronce realizado a partir de la estatua El Valor, obra de José Alcoberro. Subiendo la escalinata que nos conduce a palacio, y a ambos lados de ella, descubrimos dos nuevos vaciados a bronce: Venus y Cupido, de una escultura de Pietro Tenerari y Venus ante el espejo realizada sobre una escultura original de Juan Figuera Vila titulada India abrazando el cristianismo, premiada con la medalla de 2º clase en la exposición Nacional de 1862, y presentada a la Exposición Universal de Paris cinco años más tarde.
Relevo de la Guardia del Palacio de Buenavista
El Regimiento "Inmemorial del Rey " realiza los últimos viernes de cada mes el tradicional relevo de la guardia del Palacio de Buenavista.
Su formato esencial responde responde al relevo de la guardia que desde hace varios siglos se ha venido realizando diariamente en todos los acuartelamientos y bases militares.
Existen dos modalidades de relevo que se desarrollan de forma alternativa mes a mes, la más antigua corresponde a la épòca de Carlos III y la más reciente a la época de Alfonso XIII.